Ansiedad, estrés, depresión…¿la comida ayuda o enmascara el problema?

Ansiedad, estrés, depresión…¿la comida ayuda o enmascara el problema?

 

A muchos nos resulta familiar la escena de andar rebuscando en armarios y en el frigorífico, a veces de forma obsesiva la comida dulce, rica en grasas que nos alivie. No por hambre, sino por una necesidad emocional.

Ansiedad, depresión, estrés y comida.

Ansiedad, depresión, estrés y comida.

Problemas diarios y los estados emocionales asociados (ansiedad, estrés, depresión…) hacen que comamos en exceso, además alimentos poco sanos, con las consecuencias conocidas de obesidad, bajada de autoestima y esa angustiosa sensación de no controlar nuestros impulsos.

Los psicólogos y en general todas las personas a las que este tipo de dificultades afectan (la gran mayoría, hay personas que comen lo que quieren en en momento que quieren y no engordan, pero son una minoría) nos preguntamos el porqué, las razones para mantener esa conducta compulsiva de comer si percibimos que es nociva para nuestra salud mental y psicológica. Por una parte, puede atribuirse a la bioquímica de cada uno. Preguntémonos si ese picoteo diario va unido a una sensación de irritabilidad, ansiedad, tensión, sensación de soledad…El neurotransmisor conocido como serotonina parece tener un papel muy importante en este proceso. Se encuentra en las sinapsis(espacios que hay entre las neuronas del cerebro) y ayuda en la concentración, así como alivia sensaciones de ansiedad y tensión. Los niveles de serotonina tienden a permanecer estables durante todo el día en la mayoría de la gente. Sin embargo, en algunas personas descienden por la tarde, lo que causa esas sensaciones de irritabilidad o tensión. Comiendo alimentos ricos en hidratos de carbono (azucares, pan…) buscan aliviarlas. Las comidas con alto contenido graso también crean problemas, aunque al principio puedan generar una aparente sensación de alivio, lo que hacen es desviar la sangre del cerebro  hacia el estómago y los intestinos para el arduo proceso de digerir esas grasas.

La conclusión es que utilizamos a menudo la comida como desahogo emocional y el resultado no es satisfactorio, porque la función de la comida no es esa. Cambiar estos hábitos alimentarios nocivos requiere de un ejercicio de introspección para saber qué sensaciones y pensamientos preceden a esa ingesta habitual poco sana y un compromiso por cambiar esos pensamientos y así cambiar la conducta alimentaria.

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