Cambios.

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Los cambios puedn producior ansiedad, estrés o depresión

Se avecinan cambios.

¡Se avecinan cambios! En las empresas, en las casas e, incluso, variaremos las conductas sociales. La situación producida por el coronavirus nos obliga a adaptarnos con rapidez. Además, según dicen, muchos de esos cambios se mantendrán cuando acabe la epidemia y estemos ya seguros. Cosas como el teletrabajo, el uso de mascarilla o las medidas de higiene en locales que antes no eran necesarias parece que seguirán siendo habituales tiempo después de que pase este trance.
Enfrentarse a cambios puede causar cierta ansiedad o estrés y, si se prolongan en el tiempo, podrían llegar a aparecer síntomas de depresión. ¡Pero no nos pongamos tremendistas! Lo importante es ser consciente de que los cambios son algo normal. De hecho, todo estamos mutando continuamente. Lo hacemos poco a poco y sin ser conscientes de ello; cada aprendizaje que llevamos a cabo, por muy pequeño que sea, crea una variación respecto a cómo éramos antes. El problema, si es que lo hay, surge cuando tenemos que aplicar cambios de manera consciente. La razón es muy sencilla, al estar instalados en la rutina nos sentimos más seguros. Sabemos que después de una cosa viene la otra, controlamos la situación (o, al menos, lo creemos) y eso nos hace sentir cómodos. Sin embargo, los cambios producen incertidumbre y esa es una situación muy incómoda. Es ahí donde puede surgir la ansiedad, el estrés o la depresión de la que hablábamos líneas atrás. Normalmente, todas estas molestias surgen de una idea equivocada; pensar que la incertidumbre es negativa. Eso no tiene por qué ser así, pues la característica de ese estado es que no se sabemos cuál será el resultado, positivo o negativo. Resumiendo, es necesario aprender a convivir con la incertidumbre.
Permítenos acabar ofreciéndote unos cuantos consejos que te puedan ayudar a sobrellevar los cambios de la manera más eficaz posible. En este caso, nos referimos a los que se produzcan a nivel personal, no a los que lleguen impuestos desde el exterior por las medidas de seguridad necesarias. Vamos allá.
1- No vayas contra los cambios, acéptalos como algo normal. Sí, sí, sabemos que es muy fácil decir esto, pero complicado a la hora de llevarlo a la práctica. La clave está en lo que hemos comentado anteriormente: entender que estamos continuamente cambiando, la única diferencia es que, en este caso, el cambio es consciente y no azaroso. Lo que, mirándolo objetivamente, es una ventaja porque hay más posibilidad de control.
2- Es necesario que los cambios que lleves a cabo tengan un objetivo, y este debe ser concreto, para que pueda ser fácil evaluarlo si verdaderamente lo estás consiguiendo. Es decir, evita objetivos como “estar bien” o “mejorar mi nivel de inglés”. No. Intenta que sean medibles. Algo como “bajar cinco kilos en un mes” o “pasar dos horas más a la semana con mi familia”. Cuanto más los concretes, mayor facilidad para saber lo qué tienes que hacer tendrás.
3- Antes de aplicar el cambio, busca diferentes posibilidades de acción. Luego, elige entre ellas la que creas que resultará más eficaz y llévala a cabo. De esta forma, te proteges por si la opción elegida no es útil (o no tanto como esperabas), porque tendrás la posibilidad de cambiarla por otra.
4- Tras un tiempo debes evaluar si el cambio efectuado ha dado el resultado que esperabas o si es necesario volver atrás. Es importante hacer una evaluación objetiva porque, de lo contrario, te podrías encontrar en la inútil tesitura de estar huyendo hacia adelante.
5- La última ya ha sido comentada. Aprende a convivir con la incertidumbre. Al principio no sabrás si el cambio funciona o no, tendrás que dar un tiempo para ver si es efectivo. Esos momentos podrían resultar desagradables, pero también excitantes y motivadores. Piensa, además, en la ganancia que obtendrás a largo plazo, cuando hayas conseguido el beneficio que buscas.

 

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