La tristeza y la depresión en la gran pantalla: «Gente corriente», de Robert Redford.

La tristeza y la depresión en la gran pantalla: «Gente corriente», de Robert Redford.

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Junto con la ansiedad, la depresión es el trastorno más frecuente en la actualidad. La depresión es un término que se usa con asiduidad en el lenguaje coloquial. Se asocia con una emoción básica: la tristeza. La tristeza es una emoción que todos tratamos de evitar, puesto que es contraria a la emoción que perseguimos: la felicidad. Sin embargo, los periodos de estado de ánimo bajo son frecuentes en la mayoría de las personas: al suspender un examen, al experimentar el fin de una relación, la pérdida de un ser querido… El problema de la depresión es cuando estos sentimientos duran demasiado o son tan intensos y/o frecuentes que empiezan a afectar a áreas importantes de tu vida, a nivel de pareja, laboral y en tu ambiente social.

A la persona deprimida se le nota claramente que lo está en su expresión facial, en su mirada, en sus gestos e incluso en su ritmo y tono de voz. A pesar de que la tristeza es la queja principal, también puede observarse irritabillidad, falta de interés, ansiedad…lo que antes le gustaba ahora no le dice nada, puede abandonar aficiones y relaciones interpersonales.Pueden tener dificultades para dormir y lo mismo con la comida, puede faltarles el apetito y el acto de comer convertirse en un tormento.

En el mundo del cine, muchas han sido las películas que han tratado de forma directa o tangencial la depresión. De hecho, el género dramático se nutre del sentimiento de tristeza y muestra al espectador personajes que tienen que lidiar con sentimientos de ese tipo por dificultades que viven en sus vidas, buscando su identificación con ellos.

En 1980, el famoso actor Robert Redford rodó su primera película como director, «Gente corriente», aquí su trailer original:

https://www.youtube.com/watch?v=mKkcyK1VpGY)

En ella se nos cuenta la historia de Conrad (un jovencísimo Timothy Hutton en su debut en el cine), un adolescente con graves problemas de depresión. No puede dormir y por ello luce unas profundas ojeras. Con su postura corporal el joven refleja abatimiento, tristeza y ansiedad. Habla en un tono muy bajo, incluso con sus amigos, con los que sale pero no disfruta de su compañía, se aisla y no participa en sus bromas y juegos. Apenas habla tampoco con sus padres ni presta atención en clase. Acude a la consulta de un psicoterapeuta y ahí van saliendo los temas por los que Conrad se encuentra en esta situación: la pérdida de un hermano de forma trágica, la incomunicación con su madre, que no le perdona que intentara suicidarse y que actúa como si nada hubiera pasado, la actitud de su padre, quien también asegura a sus amistades que todo marccha estupendamente y que Conrad no tiene ningún problema. El buen vínculo terapeútico con el psicoterapeuta lleva a Conrad a ir recuperando la comunicación con sus padres, mientras que al sacar a la palestra esos problemas que tenía reprimidos (duelo por su hermano, dificultades en la relación con sus padres y reproches…) puede ahora trabajar sobre ellos y lograr poco a poco la mejora de su estado psicológico.

La película se llevó cuatro Oscars ese año: mejor película, director, actor de reparto y guión adaptado. Con mucha manga ancha , todo hay que decirlo, ya que competía con «Toro salvaje», la obra maestra de Scorsese. Sin embargo, a nivel psicológico y obviando la tendencia lacrimógena de este tipo de productos, resulta una certera aproximación al problema, si bien pocas películas han reflejado de forma profunda y fidedigna el sufrimiento psicológico de una persona con depresión.

La tristeza y la depresión en la gran pantalla: «Gente corriente», de Robert Redford.

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